La crueldad es una característica humana. Humanos…, nos llamamos humanos pero… ¿lo somos? No, no somos humanos, somos crueles, con nosotros mismos (somos autodestructivos), con los que nos rodean (familia, amigos), entre países (guerras), con otros seres vivos que consideramos inferiores o cosas que nos pertenecen (animales) y lo somos con la naturaleza, el planeta. No hay ningún animal que mate por placer, por ambición o por egoísmo salvo el hombre. Los animales matan por necesidad, por supervivencia, su instinto de supervivencia.
A lo largo de la historia el hombre, el mal llamado ser humano, ha disfrutado con el sufrimiento ajeno. Un ejemplo, los circos romanos. Disfrutar viendo como los leones hambrientos y por tanto feroces, se comen vivo a otro de tu misma especie, ¿Es ser humano?, claro que en aquella época podemos pensar que no habíamos evolucionado como especie, pero… y ¿ahora? ¿Lo hemos hecho? ¿Evolucionar como especie? No. Solo hemos evolucionado tecnológicamente, pero nuestra conciencia, empatía, compasión por el sufrimiento ajeno… deja mucho que desear. De hecho incluso creo que la civilización nos ha hecho menos humanos aun, se ocultan las cosas que puedan herir la sensibilidad y como se suele decir: “ojos que no ven, corazón que no siente”. Y nos conformamos, dejamos que otros hagan el trabajo sucio y no queremos mirar.
Las antiguas tribus indias de américa, mataban animales para comer (supervivencia) pero tenían un respeto hacia la naturaleza y los animales de los que se alimentaban. Comparados con nosotros, diría que los primitivos somos nosotros y no ellos. En su cultura, en sus ritos, pedían a la naturaleza que les proveyese, que sus flechas o lanzas fueran certeras hacia aquellos animales que debían alimentarlos, perdían perdón a la vida que quitaban y les daban las gracias por alimentarles. Tenían que matar pero no lo disfrutaban, respetaban la vida, todo tipo de vida. ¿Hay algo parecido en nuestra cultura? No. Todo lo contrario, nos ocultan las crueldades que les hacen a los animales antes y durante la matanza. Los tratan de la peor forma, ya no es la necesidad de alimentarse, hay saña. ¿Serias capaz de matar un conejo para comértelo? Piénsalo, si no te vez capaz, tal vez no deberías comer carne. Si tuviéramos que matar para sobrevivir y viéramos el sufrimiento que causamos, tal vez recuperaríamos la humanidad perdida.
El yoga nos invita a tomar conciencia de como nuestras acciones directas o indirectas, afectan a otros seres vivos, a nuestros congéneres, pero también a otras especies, a nuestro entorno, a la naturaleza, al planeta. Y lo hace con los yámas y niyamas. En un mundo egoísta, competitivo, donde el yoga es cada vez más conocido y necesario. Se habla de āsana yoga, de liberar estrés, incluso de los efectos psicológicos del yoga, pero apenas se presta atención a las enseñanzas del yoga, que nos obligan a cuestionarnos si somos tan buenos como creemos o queremos ser. No queremos ver, porque si vemos tomaremos conciencia, y si tomamos conciencia ya no podemos mirar a otro lado. Tendremos que cambiar y el cambio no empieza por cambiar lo de fuera, sino en cambiar lo de dentro de uno/a mismo/a.
El primero de los yámas es áhimsā: la no violencia. Y no se refiere solo a no matar, no pegar a otro, incluye no insultar, no odiar, no guardar resentimiento ni si quiera pensar en dañar, ni desear lo peor a otro. Implica perdonar, amar, ser compasivo, de corazón y de mente. Es la más difícil de las tareas que el ser humano debe aprender. Pero la más importante. Hay que ser muy fuertes para que si nos agreden podamos perdonar en lugar de responder atacando. Si dejamos que el odio nos controle, nos convertimos en monstruos como el que nos agrede, agredimos y generamos más odio. Creamos un círculo vicioso que puede incluso pasar de generación a generación. Sin perdón, sin compasión, sin amor, seguirán las guerras, el sufrimiento no ira a menos, ira a más.
Toma conciencia de esas situaciones, emociones, actitudes y creencias que te hacen ser cruel en alguna medida, sea levantando la voz, o mordiéndote la lengua por no agravar la situación pero dejando que la rabia te corroa por dentro. Nota cuando te haces daño a ti mismo/a, o se lo haces a otro/a. Y no creas que solo dañas si insultas o das una bofetada, ignorar a otro como si no existiera es dañar. Actuar de forma despectiva es dañar. No decir, o hacer algo que evite el sufrimiento, es dañar.
Evita himsā (violencia) práctica áhimsā (no violencia)